domingo, 20 de marzo de 2016

El primer rayo de sol.

Me haces el amor con una falta de piedad
que me conmueve.
Mientras estás casi dormida
tu instinto vuela libre.
Dices mi nombre y sé que es verdad
que me quieres.
Me da miedo gritar y despertar
a este tú más tú que nunca.
Eres como una niña que toma cuanto le satisface
a voluntad.
Sonrío ante tu potente y erótica inocencia.
Te miro a los ojos y cambias,
me besas con una ternura nueva:
tranquila, dulce, delicada.
Tienes esos contrastes: me fascinas.
Me alzo para complacerte,
me tomas una y otra vez, suave,
hasta dejarme rendida.

Como venganza intento hacerte perder
ese férreo autocontrol infinito
(abajo los relojes suizos).
Me muevo encima, te susurro, me río,
te muerdo, te rodeo con los labios, grito.
Toco cada una de las cuerdas que te gustan.
Te miro: la última arma precisa.
Empiezan a quebrarse tus murallas,
ésas que también protegen tu corazón.
Ahora sí,
te derrumbas tras tus párpados
rojos de deseo.
¡Al fin!, ya te tengo.
Qué dulce juego el amor.
 

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